Ciertamente no existe un decálogo de nuestra profesión y este que os traigo no pretende ser el definitivo ni el imprescindible. Es solo una aportación más en la que he intentado agrupar algunos conceptos y recomendaciones que nunca deberíamos olvidar.
Cada uno en su trabajo diario seguro que tiene su propio manual de buenas prácticas, y es el que debe seguir sin duda.
Pero si creo sin duda una cosa: en cualquier código ético, moral y profesional de un TAPSD, debe estar el articulo 10 de este listado que propongo. Ese y si queréis, un undécimo: Llevar nuestras actuaciones mediante el sentido común.
Decálogo de Buenas Prácticas del TAPSD
1.
Mostrar
respeto y educación hacia el usuario, respetando su intimidad, sus espacios
físicos, sus preferencias, sus pertenencias y la confidencialidad de nuestras
actuaciones, teniendo en cuenta su grado de dependencia y sus diferencias
individuales.
2.
Proporcionar
la ayuda según la necesidad sin desatender las necesidades del usuario. Nunca hay
que ayudarlo de menos, pero sobre todo nunca de más. Si se realizan las
actividades sustituyendo a la persona dependiente contribuimos a agrandar su
dependencia. Hay que hacer al usuario partícipe de la actividad y de su preparación en
la medida de sus posibilidades, pidiéndole opinión siempre que sea posible.
3.
Ofrecer
apoyo emocional a usuario y familiares, evitando paternalismos y sobreprotección.
Si el usuario se siente acogido y seguro, tendrá la confianza suficiente para
participar en las actividades diarias y proponer sugerencias.
4.
Motivar
y dejar hacer al usuario resaltando aquellas actividades o acciones que el
usuario sabe y puede hacer, permitiendo con paciencia, que las realice por sí
mismo. Reforzar las conductas positivas de la persona, con expresiones de
afecto, y evitar aquellas acciones que no pueda realizar.
5.
Mostrar
una actitud positiva sin generar falsas expectativas, sobre el futuro de la
persona dependiente, haciendo caso omiso de las conductas negativas, como el
pesimismo, la agresividad o la demanda excesiva de atención; evitar las
reprimendas y los comentarios críticos. Nosotros siempre podremos hacer algo
por mejorar su situación.
6.
Saber
comunicarse con la persona dependiente, ya que sin duda repercute en la calidad
y eficacia de los cuidados que se le prestan. Demostraremos de forma clara que
estamos prestando atención para que se sienta con libertad de manifestar sus
preocupaciones e intereses, dejando que el usuario se exprese de la manera en
que sea capaz de hacerlo y teniendo en cuenta sus deseos, opiniones y
sugerencias sin emitir juicios críticos. De la misma manera adaptaremos nuestro
lenguaje a sus necesidades hablándole de manera clara y sencilla, asegurándonos
que nos entiende, pero sin caer en infantilismos.
7.
Escuchar
de manera activa. Escuchar con atención, cuidado e interés.
8.
En
nuestra actuación profesional, tener siempre presentes valores como: el
respeto, sentido de la justicia, libertad, espíritu crítico, dignidad, igualdad,
solidaridad, cooperación, democracia, confianza en el potencial de las
personas...
9.
Mantener
unos hábitos saludables personales, higiénicos, físicos y mentales.
10.
Todo
este decálogo se podría resumir en: Mostrar empatía hacia el usuario intentando
ponerse en el lugar de la persona afectada para comprender sus reacciones y sus
sentimientos. Tener comprensión y ser tolerante, sin regañar ni avergonzar al
usuario, tratando a cada persona como nos gustaría que nos trataran a nosotros
mismos.
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